Thursday, October 22, 2009

La batalla entre el bien y el mal

Muchas veces cometemos errores premeditados, con alevosía y ventaja, sabiendo a toda conciencia que estamos haciendo un mal, que tenemos entre ceja y ceja el invariable intento de darle en la madre a alguien. Otras tantas, solo actuamos inconscientemente, nos dejamos llevar por la ira, la rabia y el orgullo y lo único que tenemos en mente es saciar nuestra sed de venganza, el ver nuestro orgullo alzándose con la victoria pisoteando el del otro, solo encontrando saciedad lavando con sangre nuestros propios errores…

En el recuento de todas esas veces aparece por ahí minúsculamente una pequeña porción de las ocasiones en que cometemos errores veniales, de esos que necesariamente los tienes que cometer para así quitarte un peso de encima, para sentirte liberado de cualquier culpa que el universo en su vuelta de boomerang te pudiera cobrar…

Esos errores bondadosos surgen de la necesidad de estar bien con uno mismo y con la vida, de lanzar el último grito al universo para ver si ese efecto boomerang que mencioné trae algo consigo, al menos una señal de vida, un pequeño asomo de luz en una terrible y eterna oscuridad.

Es necesario desobedecer los pactos establecidos, romper ciertas reglas y más aun, romper promesas hechas para tener la conciencia tranquila en estas épocas en que todo, absolutamente todo se configura para dar una vuelta más a esa rueda de la fortuna que es la vida. Aunque al tratarse de cometer un error, aunque este sea venial, surge la duda de si se hace lo correcto o no…

…tuve una lucha interna, se desencadenó una batalla simbólica entre el bien y el mal dentro de mi cabeza. Por un lado, el Diablo, con disfraz bonachón y modosito me decía con su lógica poética que no lo hiciera, que no cometiera ese error; obviamente tratando de defender a su misma sangre y sabedor de que los de su estirpe son orgullosos a más no poder; en todo momento me persuadía que no cometiera ese error.

Del otro lado, el Ángel con una voz de mujer me entretejía una historia fascinante, me lavaba el coco con una teoría de que las cosas tendrían que ser así, de las pertenencias universales y de que mis sueños tienen un significado real y de que debo romper mi promesa para buscar ligereza en mi ser, para quitarme pesos de encima que pudieran llegar a asfixiarme.

Creí por un momento que se abría el cielo y que de ahí provenía una luz, el Ángel con su dulce voz me incitó a romper mi promesa, le dio a mi oído justo lo que quería escuchar para vomitar toda mi verdad y a hacer el contacto, aunque del otro lado solo hubiera oídos sordos.

Mientras tanto, el Diablo con peculiar enojo me decía que no, que solo mis sueños eran un vil y ruin pretexto para hacer algo que quería desde hace mucho. Yo con toda la seguridad del mundo solo me limité a negar lo que me decía, a hacer caso omiso de los argumentos que me daba y sentir desde adentro de mí, esa sensación que en un principio me impulsaba a romper la promesa…

Fue un drama casi imaginado por Dante en su divina comedia, por un lado, el Ángel me invitaba a saborear de los placeres más hermosos de la vida, me empujaba y me enredaba con todas esas palabras que siempre quiere uno escuchar, me decía sin cesar que mi ser necesitaba romper aquella promesa para sentirse mejor.

Sin embargo el Diablo me mandó al carajo, se encabronó y con su peculiar intolerancia y frio estilo de decir las cosas me dijo tajantemente que solo me hacia pendejo enviando y pidiendo una señal de vida, que él mismo, sabiendo bien como eran todas aquellas cosas ligadas al orgullo y al resentimiento presentía que mi plegaria lanzada jamás iba a ser escuchada.

Y lo hice, rompí una promesa hecha hace ya mucho tiempo, falté a mi palabra empeñada de no volver a remover aguas que alguna vez fueron turbias, rompí el pacto de no aparecer nunca más y de no perturbar la tranquilidad y la oscuridad que crea el olvido.

Al final del día me senté con los dos, bebimos unos tragos, se habló del asunto, expusimos argumentos, dimos razones y hasta echamos apuestas…

…me lleve un fiasco, El Diablo resultó ser el Ángel y el Ángel resultó ser el Diablo… Aquel Ángel que me incitaba e invitaba a hacerlo no era más que un lobo con piel de oveja, resultó un Diablo con voz de mujer y se declaró feliz de jugar el papel de Diabla y de darme ese tipo de consejos únicamente para perdición mía.

El que al final era el Ángel, sabía bien lo que me decía, buscó dentro de sus profundidades y halló que es el orgullo y el rencor que caracteriza a sus consanguíneos, pero que muy en el fondo hay seres maravillosos y excepcionales y que muy probablemente no antes de que regresara de sus misiones en Europa habría una contestación...

Así fue mi dilema, fui engañado por el Diablo que me tentó, fui una vez más preso de sus palabras bonitas y de su choro mareador, El Ángel por su parte, a pesar de su fría y dura forma de ver las cosas tenía razón, no debí haber roto mi promesa…

Aun así, siento ligereza en mi alma, a pesar de todo, solo rompí una promesa, solo externé mi preocupación, solo pedí saber si todo estaba bien. No creo haber hecho nada malo, a pesar que el Ángel me condenó pero a la vez me jugó una apuesta, creo que no lo hice del todo mal.

Habrá que esperar, habrá que ser pacientes para ver que depara el destino, a ver si al menos el Diablo tuvo algo de razón diciendo que la respuesta llegará, tarde o temprano pero llegará puesto que le falta esa versión para completar el archivo clínico de mí historial psicológico…

1 comment:

Marita said...

Si... comenzaba a pensar que más bien tu ángel y tu diablo se habían intercambiado los disfraces. Pero bueno, a esperar... aunque en lo personal, la experiencia con orgullositos me hace decirte que tomes la silla más cómoda. Te quiero.