Thursday, April 17, 2008

Volando

Desde niño, mas bien desde siempre he tenido algo hacia los aviones, no se que, pero algo…

Nací y crecí en una colonia muy cercana al aeropuerto de esta ciudad, y todos los días de mí vida ví aviones volar. Cuando éramos niños, mis amigos y yo les mentábamos la madre y les poníamos caracolitos a los aviones al pasar, pensábamos que al pasar tan cerca era probable que nos vieran, claro que si!, tan cerca pasan los aviones que no sería muy desfachatada esa idea. Y en aquellos tiempos le llamábamos la bienvenida (cuando aterrizaban) y la despedida (cuando despegaban).

Y desde siempre también no puedo escuchar el estruendoso sonar de las turbinas de un avión sin voltear al cielo a ubicarlo, ver su libre planeo e imaginarme volando como ellos, pero solo es mi imaginación, por que la verdad es que siempre le he tenido miedo a volar.

Desde niño escuchaba aviones cada 5 minutos, despegando o aterrizando. Recuerdo en lejanos ayeres que había que guardar silencio en una plática justo cuando un avión despegaba por que era inútil hablar y hablar cuando nadie te escuchaba del estruendoso sonar.

Era fascinante, mítico y a la vez pasaba desapercibido por la costumbre. Pero la verdad es que los aviones han estado íntimamente ligados a mi vida, desde niño, en mi adolescencia e incluso ahora ya de huevonzote, aun tienen ese que se yo que me llama la atención.

No fue sino hasta ya bien emplumadito que me subí a un avión, de aquellas veces que la vagancia y el poco que hacer me lo permitían, iba y venía muy seguido a Dallas, (Dallas TX, no se malinterprete) y desde entonces lo he hecho en numerosas ocasiones, unas por trabajo, otras por placer, pero no fue sino hasta hace poco que realmente aprendí a volar, a pilotear, y llevar las riendas de un avión.

Hubo enseñanza y aprendizaje a la vez, no lo aprendí en ningún lugar, ni mucho menos necesité de la academia del aire, simplemente me deje llevar, me emocioné desde la compra del boleto, disfrute mucho de la sala de abordar, y cuando me di cuenta estaba metido en la cabina, con los controles en mis manos y con la insustituible compañía del copiloto, quien me indicaba los controles para el despegue y me señalaba como usar el tren de aterrizaje.

Las horas de vuelo fueron mi experiencia, nunca me queje ni me quejaré de los amplios, largos y divinos vuelos que tuve al lado del copiloto, el fue mi maestro y a la vez mi alumno, juntos hicimos del vuelo mas esplendoroso una odisea y una historia irrepetible.

Pero también hubo turbulencias durante el vuelo, unas ligeras, otras demasiado sacudidas, mis tremendos miedos a andar volando me llevaron a sacar el paracaídas, abrir la salida de emergencia y tirarme al vacío. Lo hice!

Tocando tierra, me di muchas veces cuenta que estar con los pies pegados al piso no era lo que quería, seguí viendo a los aviones por mi ventana pasar y recordaba las horas de vuelo que me llevaban lejos, a lugares inimaginables y me tenían literalmente “en el cielo”.

Volví muchas veces a pedir licencia para volar, muchas veces me costo trabajo tenerla nuevamente, sin embargo se me concedió y al fin volví a hacerlo, volé igualmente, sintiendo el aire en mis mejillas, tocando las nubes con mis manos, viví los momentos de vuelo como nunca, disfrute cada hora de vuelo, cada despegue, cada aterrizaje, cada momento.

La última turbulencia fue de dimensiones catastróficas, de dimensiones apocalípticas, la última turbulencia acabó con todo, y no era para tanto, pero el plan de vuelo empezó a desmoronarse, las señales del radar presentaban obstáculos diversos y después de horas incesantes de vuelo turbulento, se perdió el rumbo, la brújula enloqueció y perdimos el camino.

La turbulencia pudo haber pasado sin dificultades, simplemente una maniobra inteligente, cambiar el rumbo de común acuerdo entre piloto y copiloto y tomar otra dirección, fácil, sencillo y sin complicaciones, tomando un plan de vuelo mutuo, de beneficio para ambas partes, y siempre con la convicción de querer seguir trabajando para la misma línea aérea. Pero el copiloto quiso seguir en la turbulencia, quiso seguir ese camino lleno de remolinos y de ventarrones encontrados y el avión se desplomó!

Muchos muertos resultaron heridos y muchos heridos resultaron muertos, fue una catástrofe….

Ahora despierto, me doy cuenta que volar no es lo mío, solo vuelan las aves y los angelitos en el cielo, yo solo soy un mortal mas que espera que el jefe le autorice ir a Washington pa volverse a subir a un avión.

Volar no es lo mío, desde niño me dio miedo volar, desde niño solo observaba los aviones desde el patio de la casa de mi abuela, escuchaba su estruendoso ruido de turbinas y por las noche se escuchaban las mismas calentando para el vuelo de en la mañana.

Jamás volveré a volar, solo cuando me manden de viaje, solo vuelos reales, no vuelos entre nubes de algodón ni mucho menos vuelos de epazote!!!

Toda mi vida he tenido un sueño recurrente, un avión que no despega, un avión con problemas antes del despegue, en fin…aviones en todas sus multifacéticas modalidades, quizás de ahí mis miedos a volar…

Ya no volaré mas, mi vida tiene que ser como la de todo ser humano, con los pies pegados al piso y la mirada hacia el frente. Volar fue maravilloso, fue una experiencia única, única e irrepetible, la experiencia de volar la llevare en mi cabeza y en mi corazón por el resto de mis días.

El de día de hoy solo camino…

4 comments:

Anonymous said...

uy primo, si soñaste eso que feo de verdad... besito
Marita

Anonymous said...

Lo emocionante de los aviones y las alturas, es cuando el avión va en descenso y el cambio de presión hace que algunos de los musculos del estómago y pélvicos se contraigan (los mismos que utilizan los perritos), mientras tu cerebro segrega adrenalina y endorfinas que son las mismas que hacen que uno se sienta feliz.

"Mensaje a García" diría mi mamá cuando no entendemos el mensaje de lo que quiere decir. Esta en google.

Anonymous said...

besos!! y a volar!

Vronik said...

Que fumaste?