Tuesday, December 11, 2007

Pueblito lejano

Hoy me subí al metro una vez más y estaba vacío, y me volví a sentar. Desde que iba entrando y lo ví llegar a la estación, ví que estaba vacío hasta pensé que no lo alcanzaría, corrí unos cuantos metros y logre subirme.

Al igual que el otro día di tres pasos y me senté, pensé por un momento que me encontraría al mismo wey de la otra vez con chamarra de la Fac pero no fue así. Sin embargo me puse a pensar también es que son pocas las ocasiones que esto sucede. Siempre estamos corriendo, con las prisas y amontonándonos en todos los lugares.

Otros días me cuesta uno y la mitad del otro subirme, y entre empujones y malos olores lo logro, no sin antes meter la panza por que al cerrar la puerta me la pueden rebanar. Pero hoy no fue así, hoy como ya dije, entré, di tres o cuatro pasos y me senté, tan tranquilo y campante.

Imagine inmediatamente las diferencias ente la vida en provincia y en nuestra capirucha. Aunque en la primera carecen de las facilidades que uno tiene para transportarse, pero aun así viven en
paz y una quietud envidiables.

El fin de semana estuve en provincia, hoy aquí en el trajín de esta gran ciudad y no puedo evitar hacer las comparaciones respectivas y sacar conclusiones de que seria lo mejor para vivir feliz.

En esta gran ciudad todos vivimos con un alto índice de stress, no nos detenemos a actuar con la cabeza fría ni mucho menos nos damos el tiempo para meditar ciertas cosas. En muchas ocasiones este stress se apodera de nosotros y nos convertimos en Mr Hyde detrás de un volante. Es aquí donde debemos hacer un alto y reflexionar, reflexionar todos aquellos a los que nos gusta vivir en las ciudades, para así, vivir una vida más tranquila juntos, aprender a vivir juntos en esta jungla.

En cuanto suena el despertador por las mañanas tu mente ya esta trabajando, ya esta en otro lado y pensando en el trafico o en que el metro irá atascado de prole, por consiguiente tu mente trabaja ya una hora mas adelante que tu. Te bañas en chinga violenta y ni siquiera te da tiempo para relajarte debajo de la regadera saboreando el agua caliente. Sales mas rápido que apresuradamente, y trepas a la nave y manejas unos cuantos kilómetros en demasiado tiempo, tocas el claxon 15 veces y le mientas la madre al primer wey que se te atraviesa.

Los que viajamos la mitad del camino en populachero metro, nos subimos y el olorcito a cítricos del gel se confunde con olores a “pa-cu-so” característicos de un vagón del metro lleno de prole. Y pa acabarla de tiznar, la zona rosa parece escenario de combate y esta mas lleno de tierra que “El camino real” (el camino que lleva de la carretera al rancho de mi abuela).

De verdad que no hay como la tranquilidad de la provincia, ahí, la gente no anda de prisa, se preocupa nomás por tragar, vive tranquila y el día se va más lento. No hay como estar lejos pero a la vez no tanto, solo pasar dos o tres casetas y puedes encontrar la felicidad. Unos días soleados que invitan a tomar una siesta por la tarde. Noches frescas, un paseo por el centro del pueblito, un espectáculo de fuentes armónicas que no le pide nada al Belagio de Las Vegas. Caminar, respirar aire fresco conocer las principales calles de ese pequeño y mágico lugar. Seguir caminando buscando nada pero a la vez encontrando cosas maravillosas y que no se obtienen tan fácilmente en la ciudad.

Caminar y seguir caminando en busca de la paz, la tranquilidad; buscar en la pacifica noche de un pueblito lejano, las cosas mas maravillosas de este mundo, al final, rematar con un delicioso pozole de $15.- pesos…eso es todo lo que el dinero no puede comprar, para todo lo demás existe Master Card.

Que felicidad, no?

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