Somos infinitamente enormes para los estándares acordados en nuestro mundo, pero a la vez somos microscópicamente diminutos para la amplitud del universo. Somos gigantes de un mundo que se devora a sí mismo y al mismo tiempo microbios de un infinito cósmico que ejerce su poder sobre nosotros. En pocas palabras, estamos hechos de lo mismo.
A veces, a pesar de mis creencias cuadradas y de mi razonar tan testarudo me hago a la idea de viajar en otros momentos, en otras coordenadas del espacio–tiempo donde tuviera la posibilidad de rosarme con gente que deja un legado en este mundo.
Para mi es de singular importancia dejar algo el día que yo me vaya. No lo sé, quizás dejar una marca en los lugares donde he estado, dejar una pequeña huella marcada en el camino recorrido. Para un ser humano como yo, (yo que a veces no sé exactamente ni como soy) es de suma importancia entrar en los corazones y en la vida de la gente.
Dejar una herencia, un legado eterno para las personas que amo, para las que ya no están y para los que día a día siguen llegando. Ser una persona sincera, directa, sin disfraces estúpidos para congeniar, sin mascaras coloridas para agradar, amando infinitamente a los que me aman, retribuyendo con creces los tremendos gestos de amor que los demás tienen para mi, y por qué no, a lo mejor también para los que me odian.
He tratado de ser sencillo, sin igual, divertido, diferente, (diferente pero igual), ser una persona sin problemas de ninguna índole, ni mentales ni emocionales, ni de carácter personal. He pretendido ser única y solamente yo.
Como ya decía, algún día me encantaría hacer un viaje astral, un viaje que durara el tiempo suficiente para conocer gente de otras latitudes, otros tiempos y de otras magnitudes. Gente que ha dejado un legado para la humanidad, personajes que con el simple hecho de verlos te trasladan a otra dimensión, a esa dimensión donde ellos se mueven, de donde provienen. Gente con características particulares que las hacen simple y sencillamente diferentes.
Ayer conocí a un hombre de esos, un hombre que tiene una aura indescriptible, que tiene una vibra singular y un carisma envidiable. Un hombre que tiene el poder de apretar un botón y mandar al carajo al mundo y a la humanidad, pero a la vez ese poder que se le nota a simple vista, no es un poder maligno, sino un poder diferente.
Ayer estreché la mano del hombre más poderoso del mundo, tuve la dicha de saludar al hombre más importante y famoso de este planeta. Pero no solo es el la euforia de conocerlo, no solo me guio por los sentires colectivos que creen que puede o no tener mucho de importante el hecho, simple y sencillamente siento una emoción diferente, siento una sensación especial después de salir de aquella reunión la tarde de ayer.
Es un hombre diferente, un hombre carismático, un hombre con un poder sensorial peculiar, como bien lo definió Marita: una luz fenomenal.
Y si que la tiene, el hecho de entrar bailoteando al foro, de hacer bromas durante su speech, y de rematar con un coloquial: “ojala no la vaya a cagar” lo hacen una persona fresca y desinhibida. Una persona que aunque tiene el cargo más importante en la esfera terrestre, no hace de ello una misa medieval, no trae la hoz inquisidora sobre su hombro.
Una persona de un carisma y sencillez extraordinaria, una persona que se sienta en el piso para tomarse una fotografía con los niños es un símbolo de humildad y a la vez de grandeza; una persona que se toma el tiempo necesario para saludar a la multitud que se congrega a verlo habla de una bondad extrema, a pesar de su saturada agenda.
El día de ayer estreché la mano del hombre más importante del mundo y tal parece que era uno más de los de ahí, un hombre sencillo, carismático y que seguramente dejará un legado importante, de hecho, ya lo ha dejado siendo el primero de su raza en gobernar el país más poderoso del mundo.
Ojala más adelante tenga la oportunidad de conocerlo en alguna de esas visitas playeras que se dan, más en persona, más de cerca, no lo sé, quizás tomarnos una foto juntos y seguramente, expresarle la infinita admiración que desde el día de ayer nació de mi para él.
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